Es la primera que se construyó en América en tierra firme -más antigua que ella es la edificada en la isla de Santo Domingo-, y se levantó entre los años 1562 y 1598, luego que fue autorizada por el Papa Pío IV.
Durante su histórica visita a Yucatán, en agosto de 1993, Su Santidad Juan Pablo II oró en ese templo.
La S.I. Catedral tampoco se salvó de las mutilaciones que han afectado los predios de la Plaza, pues perdió su enverjado donado por la emperatriz Carlota Amalia y las capillas de San José y Del Rosario que tenía en el costado sur y eran enlace con el Palacio Episcopal, luego convertido en el Ateneo Peninsular.
Durante el gobierno de Salvador Alvarado esas dos construcciones dejaron su lugar al Pasaje de la Revolución, que ostentaba sendos arcos en las calles 60 y 58 y techo de cristal y hierro. En 1915, el mismo año en que fueron derribadas la sacristía y la capilla, el templo fue saqueado; valiosos tesores de la Catedral fueron robados o destruidos.
Dirigió la construcción del templo el Arqto. Pedro de Aleustia, quien no pudo terminarla porque falleció; la concluyó el Arqto. Juan Miguel de Agüero. Con el paso del tiempo se le agregaron las capillas anexas.
Su arquitectura es de estilo renacentista, sus torres sobrepasan los 40 metros de altura, posee una cúpula adornada con arcos botareles y se conserva parte del reloj que durante mucho tiempo sirvió para dar la hora a los meridanos. En su interior gruesas columnas dividen la nave central de las laterales, y da la bienvenida el Cristo de la Unidad, esculpido en madera en los años sesenta por Ramón Lapayese del Río.
El interior ha variado poco. Entre los cambios de importancia está la construcción del coro, en 1900, por el Ing. Manuel de Arrigunaga.
La "Puerta del Perdón" es la mayor de las tres entradas de su fachada y es vigiladas por las esculturas de San Pedro y San Pablo. Encima de esa puerta hay una ventana, que ahora corresponde al coro, y más arriba el escudo de piedra de la monarquía española.
Durante su histórica visita a Yucatán, en agosto de 1993, Su Santidad Juan Pablo II oró en ese templo.
La S.I. Catedral tampoco se salvó de las mutilaciones que han afectado los predios de la Plaza, pues perdió su enverjado donado por la emperatriz Carlota Amalia y las capillas de San José y Del Rosario que tenía en el costado sur y eran enlace con el Palacio Episcopal, luego convertido en el Ateneo Peninsular.
Durante el gobierno de Salvador Alvarado esas dos construcciones dejaron su lugar al Pasaje de la Revolución, que ostentaba sendos arcos en las calles 60 y 58 y techo de cristal y hierro. En 1915, el mismo año en que fueron derribadas la sacristía y la capilla, el templo fue saqueado; valiosos tesores de la Catedral fueron robados o destruidos.
Dirigió la construcción del templo el Arqto. Pedro de Aleustia, quien no pudo terminarla porque falleció; la concluyó el Arqto. Juan Miguel de Agüero. Con el paso del tiempo se le agregaron las capillas anexas.
Su arquitectura es de estilo renacentista, sus torres sobrepasan los 40 metros de altura, posee una cúpula adornada con arcos botareles y se conserva parte del reloj que durante mucho tiempo sirvió para dar la hora a los meridanos. En su interior gruesas columnas dividen la nave central de las laterales, y da la bienvenida el Cristo de la Unidad, esculpido en madera en los años sesenta por Ramón Lapayese del Río.
El interior ha variado poco. Entre los cambios de importancia está la construcción del coro, en 1900, por el Ing. Manuel de Arrigunaga.
La "Puerta del Perdón" es la mayor de las tres entradas de su fachada y es vigiladas por las esculturas de San Pedro y San Pablo. Encima de esa puerta hay una ventana, que ahora corresponde al coro, y más arriba el escudo de piedra de la monarquía española.